Corría el año 64 de nuestra era. El emperador Nerón llevaba 10 años en el trono gobernando a su pueblo con tiranía y desmesura. Selene, una joven de origen griego, se trasladó a la capital del mayor imperio conocido hasta la fecha junto a su familia en busca de nuevas oportunidades. Ayudaba a su padre, un reputado y popular medicus, en la practica de la medicina, una labor que no gozaba de buen prestigio entre la ciudadanía, y menos aún si era oficiada por una mujer. Sin embargo, su vida cambió de súbito cuando se vio envuelta en uno de los sucesos más trágicos y devastadores que jamás haya vivido la ciudad, el gran incendio de Roma y la posterior persecución y aniquilación de los miembros de una nueva religión en pleno apogeo: el cristianismo.